Editorial
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Abstract
Bastante tinta ha corrido en los últimos años sobre la importancia de la formación en humanidades y pensamiento crítico para la educación superior. Este debate, al que asistimos hoy en día prácticamente desde todas las latitudes, ha demostrado cuán complicado resulta en el ámbito académico e investigativo un discurso que por su fuerza y tenacidad intenta abrir las perspectivas de análisis social y que insta a ubicarse, en rigor, en el límite entre una cosmovisión y otras. Sin embargo, pese a esta dificultad, no son pocos los autores que ya desde la segunda mitad del siglo pasado han hecho un llamado a este tipo de discursos que, como contraparte de una suerte de racionalidad dominante en el ámbito de la ciencia, la instrumental, invitan a recoger y desarrollar otras tradiciones del pensamiento que parecían condenadas, hasta entonces, al olvido.De manifiesto se encuentra en la comunidad científica la cuestión de si las así llamadas humanidades son ciencias. Y no es para menos este interrogante, pues en un mundo como el actual, caracterizado por el gran flujo de datos e información, cualquier cosa puede arrogarse el crédito de científica sólo por la aquiescencia que logre en las mayorías. No obstante, epistemológicamente hablando, parece claro que una creencia no puede justificarse con base en el consentimiento de las masas, por más influencia que represente su participación en la preservación de un determinado paradigma dominante. Y en este sentido, tan necesitada de justificación está aquella creencia según la cual solo existe un modelo universal legítimo de hacer ciencia, como la de que las humanidades sustentan un rigor científico que, en efecto, valida sus conocimientos.Con Mardones, podríamos decir que la inevitable polémica que aparece cuando nos adentramos en el campo de las ciencias sociales y humanas, más allá del hecho de que entre ellas no parece haber un consenso sobre cuál sea su objeto o método de estudio específico, conlleva a preguntarnos por los criterios que se aplican tras el término “ciencia”. En efecto, qué sea científico reclama una problematización de las razones por la cuales algo no lo es, y en ese espectro de cosas caben muchas apreciaciones.Para empezar, no parece haber una única tradición de pensamiento científico. En su texto, Filosofía de las ciencias humanas y sociales. Nota histórica de una polémica incesante, Mardones advierte que, “si miramos el panorama de la filosofía de la ciencia, o de la reflexión acerca de la ciencia y de lo que tiene que ser considerado por tal, desde la altura de su historia, se distinguen [al menos] dos tradiciones importantes: la llamada aristotélica, y la denominada galileana”. En el trasfondo se encuentra la tensión entre dos posturas, el positivismo decimonónico y la hermenéutica, que intentan abordar el mundo social de dos maneras diferentes. Para el filósofo español, el método con el cual la tradición aristotélica, cuya manifestación más contemporánea se ve representada en la hermenéutica, busca ante todo comprender, mientras que la tradición galileana, de la que el positivismo decimonónico es su estandarte, pretende explicar.Ahora bien, los acontecimientos del siglo veinte suscitaron una gran reflexión en torno a las nefastas consecuencias éticas y sociales que vinieron tras el desarrollo de un tipo de racionalidad que se ha dado en llamar “científica”, pero que alude precisamente al modelo galileano de la ciencia. Justamente, la llamada de atención por cuenta de las humanidades de la reducción del campo racional a este modelo particular de ciencia, -debate que se conoce como la contratensionalidad entre las ciencias del espíritu y las ciencias de la naturaleza-, ha hecho hincapié en que el aparente éxito de éstas últimas ha seducido en buena parte los demás saberes, que han impostado progresivamente métodos de cálculo y de probabilidad a sus estudios, y se han especializado en objetivos económicos y organizativos. Siguiendo a autores de la Teoría Crítica como Horkheimer y Adorno, la observación que esbozamos consiste en que tras la experiencia de la barbarie y de la guerra, el proyecto ilustrado de una racionalidad emancipadora ha devenido en su contrario, reduciendo las potencialidades de la razón a una sola manifestación, esto es, a una razón instrumental cuya mirada cosifica el mundo para dominarlo. En adelante, un balance de cuentas sobre el fracaso de la ilustración ha sido el propósito central de varias corrientes del pensamiento filosófico y humanístico. Como lo señala Reyes Mate, para finales del siglo XX esta gama de diagnósticos y terapias ya se veía representadas en propuestas que van desde la “razón teleológica” a la “razón normativa” de Weber, la “razón instrumental” a la “razón comunicativa de Habermas”, la “cosificación de la razón” a “la razón emancipadora” de Lukács, la “pérdida del ser en la metafísica occidental” a su “búsqueda en los presocráticos” de Heidegger. Estas dos observaciones, la de que no existe un solo modelo legítimo de hacer ciencia y la de que el modelo hegemónico que se había arrogado ese privilegio ha reducido las posibilidades de la razón, responden a una constatación que reclama cada vez con más fuerza que sea tomada en serio: la sociedad y el individuo, la vida de los hombres con sus múltiples relaciones subjetivas e intersubjetivas, no es ni algo claro, ni dado de una vez por todas. En consonancia con esta intuición, el trabajo de las humanidades en las universidades ha propendido por abordar los diversos aspectos que pueden contribuir a la comprensión del ser humano en tanto individuo y sociedad. Desde paradigmas de la investigación científica como el “histórico- hermenéutico” y el “critico-social”, las diversas disciplinas que comulgan con esta intuición han procurado abrir las perspectivas de análisis para comprender al hombre en sus diversas manifestaciones y dimensiones, de tal suerte que ha podido contribuir a dar respuesta a las preguntas que nacen de los mismos contextos sociales y que son cada vez más urgentes cuando, como lo aseguraban Adorno y Horkheimer, observamos que en lugar de llevar a feliz término el proyecto de una razón ilustrada y emancipadora, de alcanzar un verdadero estado de humanidad, vislumbramos, muy a nuestro pesar, que la humanidad sigue recayendo en nuevos géneros de barbarie. Con el ánimo de contribuir al propósito de una formación en pensamiento crítico en las instituciones de educación superior, la Revista Quaestiones Disputatae-Temas en debate ha querido promover la comunicación de los importantes trabajos de varios investigadores que se han dedicado a profundizar, de manera rigurosa desde sus propias disciplinas, diversos temas y problemas que son propios de las ciencias humanas y sociales. En esta edición, y en nombre del equipo editorial, tengo el honor de presentar trece artículos de investigadores de diferentes nacionalidades y contextos, entre los cuales destacamos trabajos provenientes de Chile, Colombia, Francia, México y Argentina; cuyas temáticas asociadas a la filosofía, literatura, pedagogía, sociología y ciencia política, intentan captar la atención de nuestros lectores.Agradecemos a todos los autores por su valioso aporte al mundo científico y académico, a los pares evaluadores por su compromiso con la investigación y la divulgación científica, a la Universidad Santo Tomás (Tunja), al Departamento de Humanidades y al equipo de trabajo de la Revista por todo el esfuerzo y empeño prestado, para que el presente número fuese posible.
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Bohórquez-Aunta, R. R. (2016). Editorial. Quaestiones Disputatae: Temas En Debate, 9(18), 9-11. Retrieved from http://revistas.ustatunja.edu.co/index.php/qdisputatae/article/view/1037
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Editorial 18
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